Celulares en el aula: ¿por dónde comienzo?

 Celulares en el aula: ¿por dónde comienzo?

En octubre de 2016 la Provincia de Buenos Aires decidió que los celulares podrían ser tenidos en cuenta para aprender en el aula. En esta nota comparto reflexiones, basadas en mi experiencia como capacitador en el uso de dispositivos móviles, que me parecen centrales para problematizar el por qué, cómo y para qué de su utilización educativa.

​​La reflexión sobre la utilización de las tecnologías de la Información y la Comunicación en general, y el teléfono celular en particular debe ser transversal en cualquier instancia de formación. Es decir, debemos preguntarnos, una y otra vez, ¿Para qué vamos a utilizar los teléfonos celulares en el aula? No porque no estemos convencidos del potencial (como recurso, entorno, herramienta) que tienen estos dispositivos, sino para romper con la fascinación por la novedad, la perplejidad ante la tecnología que se presenta garante de algún tipo de innovación, esto es un riesgo.
El riesgo es obturar lo verdaderamente importante en cualquier proceso de enseñanza y aprendizaje, esto es: la planificación del docente que implica repasar los contenidos que se van a trabajar (de acuerdo al diseño curricular), las actividades que se van a proponer, los objetivos que se van a definir, las consignas que se van a elaborar, y, por supuesto los recursos y la mediación o no del teléfono celular. Es decir, el riesgo es no planificar la clase creyendo que la tecnología es auto-suficiente, por eso la primera invitación es a pensar la enseñanza para transformar los aprendizajes:
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Para lograr una buena planificación que de como resultado la construcción de nuevos conocimientos respecto a los contenidos curriculares que se quieran trabajar, creo necesario salir de la zona de comodidad en el uso de la tecnología, es decir, provocar debates y tensiones como docentes que nos permitan des-aprender prácticas y visibilizar qué usar una TIC no implica hacer lo mismo de siempre pero de una manera novedosa.
Esta fue la propuesta y la intención con la que recorrimos el 2017 en diferentes dispositivos de capacitación a docentes de la provincia de Buenos Aires con el curso “TIC en el aula: enseñar y aprender con celulares”. Los resultados fueron muy motivadores, algunos de los trabajos alcanzados se pueden ver en estos muestrarios de producciones finales: Cohorte 1, Cohorte 2, Cohorte 3 y Cohorte 4

Uno de los desafíos que se nos presentaron fue repensar la situación que se nos presenta en las aulas de capacitación cuando los docentes llegan el primer día a mostrarnos una aplicación que han encontrado y se auto proclama la salvación de la clase. Es valioso el entusiasmo, un buen primer paso para trabajar, pero hay que ser sinceros, ninguna aplicación va a salvar la clase, el aula o la escuela, y esto ya ha sido demostrado con otras tecnologías, basta recordar el boom del VHS en los 90, donde se creía que iba a revolucionar la enseñanza y esto no fue así, lo único que puede transformar las prácticas de enseñanza con tecnologías es problematizar y reflexionar qué uso le vamos a dar a las TIC.​​

Por eso nuestra propuesta inicial es la de “caracterizar” a los teléfonos celulares, ¿Qué implica esto? Recuperar los conocimientos que cada uno de nosotros poseemos, por ser usuarios de celulares y desnaturalizar la herramienta, preguntarnos qué es lo que debemos saber de su uso y lo que no es importante conocer. Por supuesto, no se puede enseñar con la mediación del teléfono celular sin saber usar el celular, pero tampoco es necesario que seamos técnicos en la herramienta. De la misma manera, y central en nuestras propuestas de capacitación, no se puede proponer a los estudiantes a usar el celular sin brindarle orientaciones mínimas de cómo dominar la herramienta. Esto implica un triple desafío: aprender a usar el celular y reconocer sus características, planificar para enseñar los contenidos disciplinares, y enseñar a usar las funciones específicas del celular que van a formar parte de la clase a los estudiantes.​​

Se trata entonces de aprender aquellas cuestiones (sistema operativo, criterio de selección de aplicaciones, conectividad y almacenamiento) que nos permitan tomar mejores decisiones y planificar a conciencia. De alguna manera, aprender a usar el teléfono celular nos tiene que servir para ganar confianza y restar incertidumbres, que como sabemos traen aparejadas resistencias.

Son justamente estas dudas, obstáculos, tensiones, angustias las que se deben trabajar desde el comienzo, en mí caso, como capacitador de docentes: ¿Qué mejor que el aula de capacitación para trabajar y aprender? Si esto no se resuelve de entrada es probable que sean esas tensiones las que atraviesan todos los encuentros y el resultado sea aplicacionista, un “como sí” que no resuelve una mejora en la práctica de la enseñanza  y no redunda en aprendizajes significativos.

Por esta cuestión hablamos de integrar y no aplicar, de mediar con tecnologías para favorecer procesos cognitivos que de otra manera sería difícil o imposible lograr, este debería ser la razón de uso del teléfono celular, el abordaje de un contenido, la decisión sobre cómo enseñarlo y el rol claro de la tecnología favoreciendo: explicaciones, entornos, procedimientos, otros modos de visualizar información y por supuesto dinámicas motivadoras y atractivas, más familiares a los usos cotidianos que hacen nuestros estudiantes con sus celulares.​​

Entonces, y finalmente, ¿Para qué vamos a usar el celular? Para crear, significar, problematizar, buscar, proyectar, colaborar. Para recuperar y encontrar esas habilidades y motivaciones de los entornos informales que algunos de nuestros estudiantes desarrollan y ponerlas a dialogar con nuestra planificación, con los contenidos que creemos necesarios enseñar pero qué podríamos hacerlo de otra manera: motivadora, atractiva, desafiante, construida con otros, con todos, todo el tiempo y en cualquier espacio, que esté siempre qué se revisa el celular.

Exequiel Alonso

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